miércoles, 10 de marzo de 2010

El errante


Un viejo transitaba por el ocre del camino
deletreando alguna repetida sílaba
como pegado en tantos infinitos momentos
cautivando su memoria.
Un centenar de recuerdos estacionados
acostumbrados al rigor de la rutina
continuaban su historia de cansancio inmolado.
LLevaba en la mirada un siglo retenido
en cuyas grietas hondas se escondía la noche.
El errante lo llamaban
por errante obedecía
errante eran sus pasos sepultando caminos.
Quizás alguien compasivo,detuviera su aliento
cuando de entre sus manos cubriera su abrigo
El pan, se olvida siempre en quienes de agonía
gritan en silencio.
Y como las palomas,recogía migajas
tendidas en el suelo como rosas de algodón.
Cantaba...
Susurrando letanías, cuando los pájaros cantaban
y contaba las estrellas, para no olvidar su nombre.
Apenas se cubría, la piel le resistía
a la lluvia y al viento, al frío de la tarde.
Nunca se quejaba, ni sentía el invierno
ni los ardores que enloquecen
cuando el sol abraza la piel.
Pero cuando en las tardes las plazas orillaba
sacaba su pañuelo empapado de sudor
mojándolo en las fuentes que perlan los hastíos
cuando el sol arrecia bebiendo la humedad.
Entonces,se sentaba en éxtasis mirando
el juego de los niños y aspiraba la inocencia
Y en su enjuto rostro poblaba una sonrisa
sus ojos se prendían de vuelo y libertad
y sus pasos bailaban al sol y las estrellas
los pájaros pintaban
a cielo descubierto, el mas bello poema.
Y cogiendo de la mano su niño que en él vive
estallando por sus venas
la dicha y el consuelo
erguía la mirada y volvía a caminar.




Margarita Parada Palma.
(D/R)

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