viernes, 12 de junio de 2009

El Almacén de Don Vitto (por: Margarita Parada)


Recorriendo los parajes de mi infancia, un pequeño y luminoso escenario, inundó de luz, mis recuerdos.
Don Vitto, un italiano de mediana edad, que huía de la guerra, vestía un gastado traje pegado a la piel soportando quizás cuantas travesías, y una pequeña maleta de cartón piedra, con los ahorros de su vida.
Se estableció en nuestro país, deteniendo su peregrinar en el barrio de ese entonces, allí conoció
a una tímida y silenciosa jóven que le ayudó con el idioma y sus confesiones de hombre solo.
Fué así como cimentó su hogar y el inicio del almacén, dónde se conjugaban, sabores y olores mezclas agridulces que inundaban el ambiente, en un respirar sin quejas.
Allí habitaban en armonía, coloridos frascos de vidrio repletos de golosinas, jabones perfumados envueltos en papel de seda, mas allá figuritas de porcelana jugueteaban en diminutos espacios en una pequeña caja de madera.
El almacén tenía su encanto, era la cita obligada del gentío bullicioso que buscaba y traía noticias del momento Y él , don Vitto, hombre alto, algo enjuto, casi calvo sonreía alegremente respondiendo con expresiones típicas y pintorescas en una verborrea interminable dichos nuestros y de su patria natal.
¡Un encanto dn Vitto!
Pero no todo brillaba en su cielo despejado. Su mujer al no tener hijos, lo abandonó y esa tristeza lo acompañó siempre, pero el amor por los niños, humanizaba sus facciones y se sentaba largas horas en el umbral de su puerta cuando el tiempo se lo permitía a contar aventuras y tiernas historias.
Allí, nosotros, con los ojos agrandados por el asombro éramos los protagonistas de hermosas doncellas que esperaban la llegada de valientes caballeros cabalgando en béllisimos corceles
Así transcurría la vida de don Vitto....
Bon jorno signorina !
era, junto a su sonrisa, la frase inicial de cada mañana.
Entonces abría la pesada puerta de su almacén abarrotado de mercadería dónde convivían los olores mezclados de verduras,legumbres y confites...
Dónde se mecían colgadas melancólicas longanizas y trenzas de ajo, en canastas las papas, cebollas paltas, mas allá dormían en cajones alineados, el arroz,los fideos y el azucar morena y finalmente cerca del mesón de rústica madera, cajtas primorosas contenían cintas hilos de bordar, targetitas de bautizo.
aprisionando en nuestros ojos, la curiosidad infantil.
Así el almacén crecía en esperanzas, aprisionando nuestra niñéz y adolescencia.
¡Don Vitto!
Cuantos años han pasado !. La curva del tiempo siempre ascendente marcó la curvatura de su espalda y su sonrisa salpicada de blanco y oro fué cerrando su ventana, ante las heladas tardes de invierno.
Muchas lunas pasaron, muchos soles brillaron en las polvorientas calles lejanas, la imágen de don Vitto creció y murió con mi infancia.
Una mañana cualquiera apareció un pequeño y misterioso cartel con diminutas y escuetas palabras.

"CERRADO POR DUELO"


Y un millón de recuerdos volaron con la brisa de esa tarde de primavera.

Todas las horas, encantadas, jugaron su fantasía en el aire humedecido de emociones
Toda la magia de su escencia creció en una imágen, gigante hasta agotar en llanto de infinita tristeza.
Yo aún recuerdo, sus ojillos azules penetrantes, llenos de chispa emotiva cuando miraba el horizonte ....como tratando de unirlo a su tierra lejana. Y la paz de sus manos grandes expresivas, sumergidas en interminables bolsillos por donde apretujados amenazaban por escapar los lápices y caramelos para delicia de quienes compartíamos sus momentos risueños.
Hoy renace, en mi memoria, su tremenda capacidad de amor,mas allá de la frontera de su propia vida que un día estalló en pedacitos como un legado de amor en nuestros corazones.
Hoy don Vitto...Lo saludo con la alegría y la nostalgia pegada en mi piel.
Para ud. mil estrellas, el sol y la luna. Mas allá de la tristeza que evoca su recuerdo en una tarde como hoy, mas allá del infinito
se materializa el personaje que aún sonríe.....
y juega con los niños, en el pequeño almacen de mi barrio.


El almacén de don Vitto.

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